Frente al éxito mundial de la película Eclipse nos preguntamos por qué la saga de vampiros Twilight atrae tanto a los jóvenes, ya sea como novela o su adaptación al cine. Las pilas de libros en las mesas de las libererías y las filas de espectadores frente a las taquillas de los cines muestran que la saga se ha convertido en una pieza de culto de la cultura pop actual y en un gran negocio para sus creadores y productores. En la primera semana después de su estreno el filme, por ejemplo, ya había recuperado cuatro veces los costos de producción. No hay duda: Twilight y Eclipse son un fenómeno.
Pero ¿será el joven y atractivo Edward Cullen, interpretado por Robert Pattinson, realmente el heredero de las criaturas de la noche como Drácula, Nosferatu o el conde Orlok? No lo parece, aunque su rostro extremadamente blanco indica que no es propiamente un hijo del Sol. Sin embargo, su declaración de amor para la joven Bella la realiza en medio de un campo floreado, es decir, la belleza diurna de las flores y la luz no le afectan y mucho menos son mortales para el joven enamorado.
La figura del vampiro es tan vieja como el cine mismo, que, a su vez, también es un hijo de la noche. Bram Stoker publicó su novela Dracula en 1897, en la misma década en la que las primeras escenas fílmicas se proyectaban frente a un público. La novela fue adaptada al cine por Friedrich Wilhelm Murnau en 1922, quien le puso el título Nosferatu, una sinfonía del horror, y cambió el nombre del vampiro al de conde Orlok. Puesto que los productores no habían adquirido los derechos para la adaptación, la viuda de Bram Stoker interpuso una demanda y la corte decidió que el filme tenía que ser destruido. Por suerte ya se habían hecho varias copias y algunas se han de haber salvado, de manera que a casi cien años de su realización podemos afirmar que el primer filme de vampiros de la historia del cine también es uno de los más logrados, ya que marcó con su personaje y estilo a la mayoria de sus sucesores e incluso al género del cine de horror.
A través de estilos y tonos sumamente diferentes, Werner Herzog y Francis Ford Coppola le rindieron homenaje a los vampiros creados por Stoker y Murnau. Con Nosferatu. El fantasma de la noche (1976), Herzog creó un remake a color que cita y resignifica muchas de las escenas y planos del filme de Murnau mientras que con la realización de Bram Stoker’s Dracula en 1992, Coppola recurrió a técnicas del cine mudo para crear su propia versión e interpretación de la novela como historia de amor y vampirismo.
Pero Herzog y Coppola no fueron los únicos realizadores atraídos por las historias de vampiros. Unas 600 películas y series de televisión muestran la popularidad de la figura del vampiro, que se asocia con el mal, la vida eterna, el deseo, la sexualidad desbordante y, a menudo, también con el ejercicio del poder en ámbitos de la política. No olvidemos las versiones de Tod Browning Dracula (1931) y Mark of the Vampire (1935): después de la inolvidable interpretación de Max Schreck como el Nosferatu del filme de Murnau, el espectador de la época recordará a Bela Lugosi como uno de los vampiros más impresionates. Para los conocedores del cine mexicano es imprescendible recordar a nuestro vampiro, el inolvidable Germán Robles en El vampiro, de Fernando Méndez.
El filme de vampiros constituye un subgénero del filme del cine fantástico y el filme de horror, sin embargo, el personaje y el tema del vampirismo han sido tratados a través de géneros como el drama, el melodrama o la comedia. Imposible olvidar la deliciosa parodia de Roman Polanski en Dance of the Vampires (El baile de los vampiros) de 1967.
También en los tres filmes que se basan en la saga Twilight, de la autora Stephenie Meyer, la historia de vampiros cambia de género. En esta ocasión se convierte en un drama juvenil, que en algunas escenas incluso remite a Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955). El filme narra acerca del nacimiento de los grandes sentimientos, el deseo, la sexualidad y el enfrentamiento con la generación de los padres. El personaje del vampiro como sujeto y objeto del deseo lleva a la necesidad del sacrificio. Por cierto, el hecho de que un filme para una público juvenil proponga una relación platónica de los enamorados se antoja bastante convencional. Sin embargo, corresponde a la edad de los destinatarios: adolescentes y jóvenes que apenas descubren su identidad y sexualidad.
Los encuadres y la puestas en escena muestran el punto de vista de un adolescente: En muchos momentos la imagen se centra en el rostro y la expresión de los ojos mientras que los alrededores se esfuman. En otros, los padres adquieren una presencia corporal que domina la imagen y presencia de los jóvenes. Lo que se acentúa son los grandes sentimientos, la conexión entre dos seres, las dudas existenciales y la inseguridad. ¿Por qué nos preguntamos entonces, acerca del éxito de los libros y el filme entre los jóvenes? La fascinación de los vampiros como criaturas extrañas la heredaron de nosotros, sus padres, maestros, la literatura y el cine. La inseguridad, la duda y los grandes sentimientos son propios de su edad. Sin duda, filmes como Eclipse están perfectamente construidos para los adolescentes y jóvenes de hoy.
fuente milenio
Via: Diario Twilight
Publicado por Mary.A
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