Para los fanáticos de la saga Crepúsculo, best seller en librerías y récord de taquilla en la pantalla grande, llegó “Crepúsculo y su historia”, un libro que se detiene en la trama de la historia universal `humana` que moldeó las identidades de vampiros, licántropos y otros habitantes del mundo sobrenatural de Stephenie Meyer.
Por qué Esme Platt Evenson es la vampira del clan de ojos amarillos -de Forks- que más años vivió como humana o el ideario que a Mary Alice Brandon le permitió considerar afortunada su dolorosa transformación a inmortal, son las incógnitas que Reagin convierte en evidencia en estas páginas, a través del lente de la historia.
“Dentro de cien años, cuando hayas alcanzado la suficiente perspectiva para apreciar realmente la respuesta, te lo explicaré”, le promete el vampiro Edward Cullen a su novia humana, Isabella Marie Swam, en un pasaje de la saga, y esa es la posta que aquí retoma la historiadora norteamericana.
En este volumen pasa a un primer plano la trama que subyace a cada personaje de la saga, nacidos bajo la idiosincrasia de diferentes épocas que moldean el núcleo menos mutable de su identidad.
Así cobran un sentido más acabado las asonancias y armonías que Meyer desarrolla en sus cuatro novelas, como las dudas de Edward -miembro de la Generación Perdida, la de la Primera Guerra Mundial- contra la fuerte convicción de Carlise sobre la perdurabilidad del alma y su temple para liderar -hijo de un clérigo, crece en plena lucha política entre monárquicos y parlamentarios en Inglaterra-.
Estas no son las únicas piezas del `puzzle` que la historiadora reúne para conformar un cuadro más amplio, también reconstruye el mapa que delinea el cruce de historia y literatura.
Reagin se detiene en esas fronteras: el tsunami y la posterior inundación que en el 1700 dejó huella en los mitos mágicos de la nación indígena Quileute es recreado por Meyer con hombres y mujeres lobo como Jacob Black y los hermanos Set y Lea Clearwater que dejan de estar atados a los ciclos de la luna para transformarse a voluntad, a medida que crece su autocontrol.
O vampiros como Emmett y Rosalie Cullen -creados tres décadas después de que Bram Stoker publique Drácula- ya no arden al sol, ni duermen, mucho menos en ataúdes, y de pronto las estacas de madera tienen el mismo poder destructor que una espina, porque su piel resistente como el diamante las deja fuera de juego.
La historiadora desarma un estereotipo tras otro, el caballero victoriano que encarna Edward; el montañés vigoroso y sin medias tintas que representa Emmett; o la niña superficial que fue Rosalie y representa el arrivismo de una clase semi acomodada en plena Gran Depresión.
La historia de los indios quileutes y por qué los licántropos estaban destinados a perder; o el cruce entre los cuentos de hadas y el sueño americano del siglo XXI también ocupan a Reagin y a sus colaboradores, Kate Cochran, Judith Leggatt, Kristin Burnett, Sara Buttsworth, Catherine Coker, entre otros.
A lo que suman un análisis de los Cullen y el concepto de familia ideal estadounidense a través de los siglos; y un capítulo en el que intentan definir el lugar que ocupan dentro del folclore, la ciencia y la ficción europeas.
Otro segmento se ocupa de los dones especiales de estos seres sobrenaturales, la capacidad predictiva de Alice, la telepatía de Edward, y la habilidad de manejar los ambientes emocionales a antojo de Jasper.
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