Eternamente joven. Eternamente libre. El vampiro, en su imparable devenir, sigue siendo uno de los mitos más lucrativos de la historia. Y aunque los zombis y los ángeles vienen pisando fuerte, todo parece indicar que la magia del romanticismo vampírico podrá con la impulsividad de los muertos vivientes y la delicadeza de lo divino.
Tras un verano en el que llegó a las pantallas la tercera entrega de la saga Crepúsculo, Eclipse. Tras un verano en el que Antena3 apostó y fracasó con la serie No soy como tú, quizá en un intento de captar al público adolescente enamorado de los ya famosos “vampiros vegetarianos”, este otoño seguiremos contando con los no muertos entre nosotros.
La inmediata llegada a las librerías de la quinta entrega de La casa de la noche, de P.C. Cast y Kristin Cast; la reciente publicación de Entre nosotros, de Juan Ignacio Carrasco, o Vampiros, guía de supervivencia, de Manuel Jesús Zamora, presagian una larga e inmortal vida al género que se ha convertido en la estrella de la literatura juvenil fantástica con ligeros toques de terror. Y es que el vampiro es un ser mitológico que ha calado muy hondo en el imaginario colectivo.
Desde el origen de los tiempos han aparecido seres que chupaban la sangre en las distintas religiones que han acompañado a la evolución del ser humano sobre la tierra. Ya en los orígenes del judaísmo aparece Lilith, la primera mujer de Adán, a la que la leyenda impone la necesidad de alimentarse de la sangre de menores no circundados.
En la India aparecen los vetala o demonios vampiros, almas atormentadas que se alimentan de sangre. También en América, en el Antiguo Egipto, en las culturas mesopotámicas, existen seres asociados al mal que succionaban la sangre a los vivos. En Europa, los primeros rastros del mito surgen en Grecia. Sin embargo, no es hasta finales del siglo diecinueve cuando el mito se transforma en lo que conocemos hoy.
Fue la obra Vampiro de Polidori, escrita en 1816, la responsable de la trasfiguración del mito diabólico en un ser romántico. De su estela bebieron Carmilla, de Sheredan le Fanu, en 1872, y Drácula, de Bram Stoker en 1897, convirtiéndose en las obras literarias que dieron forma al imaginario colectivo, dotando a los vampiros y vampiras de pulsiones y afectos. A ello se sumó también la gran obra cinematográfica de Murnau, Nosferatu, de 1922. Así, desde finales del siglo diecinueve, el vampiro dejó de ser un ser lejano y temible para convertirse en un icono del lado oscuro del ser humano.
Para Juan Antonio Roche Cárcel, sociólogo y profesor de la Universidad de Alicante, detrás del mito se esconden múltiples explicaciones posibles, todas diferentes y, sin embargo, todas relacionadas. Para unos se trata de la eterna lucha entre el bien y el mal, entre lo racional y lo emocional, entre la civilización y la barbarie, elementos todos ellos que se esconden en lo más profundo del alma humana.
Para otros, son fruto de la ignorancia y las supersticiones, o quizá simplemente personajes creados como catarsis de los deseos ocultos de los individuos. Otros, sin embargo, contemplan a Drácula como el señor feudal que oprimía a su pueblo, viendo en el mito la eterna lucha de clases.
Lo que sí es cierto es que en épocas de crisis o incertidumbre social los vampiros regresan de entre los muertos para acompañar las largas horas de angustia. Como preludio a la crisis económica llegó Stephanie Meyer y la saga Crepúsculo, la siguió Claudia Gray con Medianoche, y a continuación llegó a la pequeña pantalla la serie True Blood, basada en la saga Sookie Stackhause de Charlaine Harris.
La anterior explosión vampírica a principios de los años noventa coincidió con otra crisis económica, de la que se recuerdan películas como Drácula de Francis Ford Coppola o Entrevista con el Vampiro, adaptación de la primera entrega de la saga Crónicas Vampíricas de Anne Ricce. En literatura destacó L. J. Smith con Vampire Diaries. Y es a través de Ricce como llegamos a la crisis de finales de los años 70, ya que fue durante esta época cuando la autora gestó parte de su obra, la cual apareció en 1979 con la ya nombrada Entrevista… En 1979 también se traspasó otra línea. El vampiro se coló en las habitaciones de miles de niños de manos de Angela Sommer-Bodemberg, responsable de la saga El pequeño vampiro.
La evolución de lo eterno
E igual que regresa, el mito del vampiro evoluciona. Lejos quedan aquellos seres monstruosos que atormentaban a poblaciones enteras. Lejos quedan diosas y dioses pérfidos sedientos de sangre humana. Lejos queda ese perfil de “noble crápula y ególatra que, haciendo uso de su posición y su habilidad para cortejar, seduce a las mujeres llevándolas a la muerte”, como bien explica el investigador Javier Arries. Hoy triunfa la belleza, el erotismo descafeinado, la sublimación de la perfección y el siempre recurrente amor eterno.
Para Javier Arries, el éxito de la nueva realidad vampírica entre los -y quizá más entre las- adolescentes, se debe a una reacción normal de la juventud frente al mundo de los adultos, ya que se encuentran constantemente bombardeados desde los medios por mensajes de hedonismo y de satisfacción inmediata de los deseos.
Hoy el vampiro es un ser integrado y tecnificado, casi humano. El mito se ha humanizado siguiendo “la homogeneización que marca el consumo”, como bien destaca Juan Antonio Roche.
Evitan beber sangre humana, prefieren comprarla en bolsas o consumir sólo sangre animal, en un intento desesperado de lavar su imagen y seguir ocultando el lado más oscuro de su condición, su hematofagia. Asimismo, Roche también reconoce que “la deriva romántica del vampiro no es más que un regreso a la naturaleza, al romanticismo, a la belleza de la muerte”.
La respuesta de la ciencia
Desde el Nosferatu de Murnau hasta Edward de Crepúsculo, pasando por el Conde Drácula de Stoker, el mito ha ido suavizando su lado erótico, dejando de ser un depredador para convertirse en el sueño de toda mujer. “A día de hoy el vampiro muestra un comportamiento sexual my versátil y para todos los gustos”, reconoce Javier Arries. Si bien, el erotismo siempre ha estado vinculado a la imaginería vampírica, quizá debido a la influencia de la religión cristiana, para la cual todo deseo sexual conllevaba una connotación negativa. El deseo como origen de todo mal.
Desde el inicio de los tiempos, el ser humano ha buscado respuestas a todo aquello que escapaba a su entendimiento. Y más allá de las supersticiones se encontraba la ciencia. En el libro Los vampiros a la luz de la medicina, del doctor Juan Gómez-Alonso, tropezamos con una explicación racional del vampiro. El neurólogo Juan Gómez expone a lo largo de la tesis que configura el libro cómo la sintomatología de los vampiros responde al contagio de rabia en humanos: agresividad, hipersexualidad, tendencia a morder en el 25% de los casos, hipersensibilidad a la luz y a los olores. Según la teoría de Juan Gómez, la ignorancia y la superstición convirtieron a los afectados por esta patología en la encarnación en vida del vampiro.
La sociedad actual, cargada de tecnología, racionalismo y comodidades, busca el contacto con lo mitológico, con lo mágico. Y las cifras no mienten, los vampiros venden. Sólo de la saga Crepúsculo, la Fnac de Alicante ha vendido más de 1.000 ejemplares en lo que va de año. Esto, sumado a los 400 de Casa del Libro y al hecho de que los años fuertes en ventas de Stephanie Meyer fueron 2006 y 2008, permiten hacerse una idea del alcance que ha tenido el fenómeno.
Para Sara Garrido, de Casa del Librode Alicante, la cosa está clara: la temática paranormal ha cogido fuerza, siendo lo más demandado libros de connotación vampírica en los que el romanticismo predomine. El perfil del lector, gente joven y, sobre todo, mujeres. “La literatura de zombis también ha regresado pero con menos fuerza, quizá porque es demasiado sangrienta”, opia Sara Garrido.
Los mitos forman parte de ese hilo argumental que mantiene unidos los dos lados de una misma realidad. Son muchos los autores que se han aprovechado del misticismo y erotismo de la figura del vampiro para dotar a sus obras de ese perfume medieval que arrastra el no muerto. Por ejemplo, algunos de los personajes de la obra literaria de Carlos Ruiz Zafón desprenden ese misterio, esa sensualidad. Incluso aunque el novelista no lo deje claro, el lector puede fantasear y sospechar que detrás de ese misterio se esconde la mano del vampiro, del eternamente vivo. La dulce seducción de los no muertos.
diarioinformacion
No hay comentarios:
Publicar un comentario